La conexión del universo

Todos conocemos las teorías del yin y el yang, el karma y diferentes leyes del universo pero cuando te ocurren no dejas de sorprenderte.

Ya tenía experiencia en otros viajes y en mi vida cotidiana que las cosas buenas ocurran cuando más las necesitas. Ya puede ser la llamada de un amigo en un día que sientes soledad o la generosidad de un desconocido al ofrecerte cobijo en su casa en un fuerte día de lluvia.

No fue lluvia lo que nos atrasó en Marsella.

Habíamos llegado temprano a Le Estaque y decidido parar en un McDonald’s donde escribir el último post, solucionar algunos problemillas de la web y pedir tarjetas de presentación. Exceptuando el post que por problemas técnicos no se pudo subir al blog todo lo demás se hizo a rajatabla. Pero tanta faena nos hizo llegar muy tarde a la gran ciudad.

Llegamos al centro persiguiendo un buen hombre que no paraba de decirnos “visca el Barça” algo bueno tiene ser de la zona de una gran ciudad, generas amigos con facilidad. En la entrada a Marsella le digo a Max que a ver si es posible quedarse la noche en la ciudad pues sus edificios y vistas son espectaculares. Pregunto en la oficina de turismo cual es el mejor sitio donde poder pasar la noche y me informan, de manera no oficial, que si continuamos por la costa dirección Cassis encontraríamos unas pequeñas calas donde solo los marselleses conocen.

Con el tiempo que nos queda visitamos la ciudad. Conocemos a Francisco Bataille, que nos explica que viajo alrededor del mundo en bicicleta cuando era joven y estuvo tocando en casa de Salvador Dalí.

Una vez visitado los museos alrededor del puerto (visitados los edificios desde fuera) vemos que se nos está haciendo tarde y no queremos llegar de noche al lugar.

Cogemos nuestras monturas y empezamos a ir hacía el lugar indicado en el mapa cuando Max se para bruscamente y me hace una señal con la mano. Algo bueno no está pasando.

Doy media vuelta y me acerco a ver qué ocurre. ¡No me lo podía creer! El eje de su rueda trasera se había vuelto a doblar de manera que la rueda se había caído del sitio. Eran las 8:30 de la tarde, nos quedaba menos de una hora de sol. Le ayudo a sacar la bici de la carretera y la dejamos en el arcén. Imposible no molestar ni bloquear el paso. Por suerte, o gracias a nuestra prevención inicial en Montpellier de coger un segundo eje trasero, pudimos solucionar el problema, no sin una pérdida de tiempo irrecuperable. Ya era de noche.

Continuamos nuestra marcha, pero tan a oscuras y en un lugar tan habitado que es difícil encontrar un lugar seguro para dormir. De todos modos, las vistas de la costa de noche estaban superando las expectativas del lugar. Teníamos incluso una feria con una noria completamente iluminada digna de una foto. Y fue en ese mismo lugar donde ocurrió el milagro.

Mientras sujetaba mi cámara se nos acerca un ciclista, o mejor dicho, un cicloturista. Con su bici equipada y de vuelta a su casa después de tres semanas de viaje. ¡No podemos tener tanta suerte!

Nuestro caballero salvador de la jornada se llama Fabien. Y después de unos minutos explicando lo sucedido nos invita a su hogar. Cena, ducha, cama y una charla de viajeros. Nos explica que tenía planeado volver un par de horas antes a casa pero se había entretenido con unos amigos.

Considero que en el mundo todos estamos conectados. No hay nadie individual que se mueva sin ninguna de las leyes del universo. Creo que en nuestra historia teníamos que conocerle a él y que con este contacto aprenderíamos algo importante, algo que siempre se nos olvida: NO estamos solos.

Mil gracias Fabien de parte de los dos por la ayuda ofrecida. Espero volver a vernos algún día y así volver hablar sobre nuestros últimos viajes. ¡Seguro que no serán pocos!