Ha pasado casi un mes desde que escribí el último post, y han pasado muchas cosas desde entonces, más de las que mi propia imaginación podría esperar para ese intervalo de tiempo. Pero es algo a lo que empiezo a acostumbrarme, una semana de este viaje equivale a mucho más tiempo en mi vida “normal”, en cuanto a momentos y anécdotas se refiere.
Pasé una semana en casa de Tatjana y su familia, cerca de Rijeka. Me sirvió para descansar después de una semana de ruta por la costa de Eslovenia y Croacia, y también me brindó la oportunidad de conocer a varios cicloturistas que pasaron por esa casa y con los que compartí apartamento y buenos momentos.
No pensaba quedarme tantos días en esa casa, pero algo me hizo permanecer un tiempo más allí. Hablando con Tatjana me comentó que al final de la semana llegarían otros tres cicloturistas, pero no sabía quiénes eran, hasta que le conté una anécdota sobre dos franceses a los que conocimos Manel y yo en Menton. Esa pareja francesa son Manue y Max, y en cuanto le dije los nombres Tatjana me respondió “¡son ellos los que vienen este fin de semana!”, no me lo podía creer.
Cuando conocimos a Manue y Max estuvimos hablando con ellos en el último pueblo de Francia antes de llegar a Italia. Nos pareció una pareja muy simpática y compartimos un buen rato, pero por alguna razón no intercambiamos nuestros nombres. Nos escribieron en un papel su blog, y pusieron “Manue et Max”. Manel y yo no entendíamos por qué habían escrito nuestros nombres en un papel que era para nosotros, hasta que más tarde visitamos el blog y vimos que eran sus nombre, no salíamos de nuestro asombro ante tal coincidencia.
Me alegré mucho de verlos de nuevo. Venían acompañados por Clément, otro músico cicloturista francés que decidió continuar su viaje con ellos. Me comentaron la posibilidad de que yo también me uniera a ellos. La verdad es que me costó decidirme pues mi idea era continuar este viaje solo, pero de nuevo decidí dejarme llevar por lo que sentía, y realmente tenía ganas de compartir ruta con ellos. Al igual que yo, ellos también tenían que estar en Grecia para diciembre, así que teníamos el mismo destino y la misma intención de continuar por la costa adriática.
Manue, Max y Clément comparten camino desde Trieste. Tocan la flauta, el acordeón y la guitarra (respetivamente), y desde que van juntos han empezado a tocar en la calle y a financiarse así parte del viaje. Se hacen llamar “Les Musiclettes” (por “musique” y “biciclette”). Me siento afortunado de poder escuchar su música (sobre todo tocan canciones francesas tradicionales), realmente lo estoy disfrutando.
Me gustaría tener más práctica con la guitarra para poder tocar con ellos en la calle, pero de todas formas disfruto simplemente escuchándoles y viendo que hacen feliz a la gente que les escucha y, de vez en cuando, uniéndome a ellos mientras ensayan, ya sea con la guitarra, cantando o tarareando sus canciones. También me es realmente didáctico hablar con ellos en inglés, es la primera vez que tengo que hablar en ese idioma durante un largo tiempo y, aunque tengo muchísimo por aprender, me va muy bien para practicar y mejorar.
Salimos los cuatro de casa de Tatjana y continuamos por la costa. Pasado Rijeka tuvimos muchísimo viento, o como lo llaman allí, bura. Ese primer día tuvimos realmente dificultades para montar las tiendas debido a ese fuerte viento, así que finalmente dormimos en una casa en ruinas que estaba al lado.
Al segundo día de ruta Clément y Max (el francés) tuvieron un accidente en bajada, iban bastante rápido. Por suerte no les pasó nada grave, pero la rueda trasera de la bici de Max se dobló por completo y necesitaría cambiarla. Es una bicicleta antigua y la medida de la rueda es bastante específica, es por ello que no pudimos encontrar una nueva en los alrededores.
Ese problema nos llevó a tomar un bus hacia Zagreb, la capital croata, donde esperábamos encontrar la llanta. Dejamos las bicis y la mayor parte del equipaje en el garaje de un amable hombre que se ofreció a guardarlo todo. Volvimos a Rijeka haciendo autostop y cogimos el bus hacia Zagreb.
En la capital nos esperaba Lea, una viajera a la que conocen Max y Manue, y que nos ofreció su casa para pasar esos días, ¡mil gracias Lea!. El segundo día allí lo dedicamos a buscar la llanta, recorrimos Zagreb, tienda por tienda, y no tuvimos suerte hasta el último intento. Ya era de noche, ¡pero teníamos la llanta! Para celebrarlo nos fuimos a una plaza a cenar y ponernos finos a base de rakija (un licor típico de Croacia, bastante fuerte) mientras tocaban su música.
El último día en Zagreb lo aprovechamos para visitar la ciudad. Me pareció una ciudad bastante bonita y, como en la mayoría de capitales, con bastante gente y turistas. Pude conseguir un pin para la colección con las banderas de Eslovenia y Croacia (dos en uno) y algo de ropa de invierno. Ese día también me quedé sin móvil, se me cayó y, aunque la pantalla está bien, el panel táctil ya no funciona y lo hace inservible.
Volvimos a la costa y a su buen tiempo. En Zagreb hizo frío pero en la costa parecía verano (y ya sin viento), quién nos iba a decir que tendríamos este genial tiempo en noviembre, de hecho la mayor parte de las noches dormimos sin tienda. Ya con la bici de Max reparada continuamos la ruta por la costa, con sus subidas y bajadas, y pudimos compartir unos días de ruta con Steven, un cicloturista belga que iba en la misma dirección y con el que disfrutamos de buenos momentos.
La costa de Croacia es maravillosa, creo que las vistas son las mejores que he podido disfrutar en este viaje hasta el momento. Por ello continuamos el camino cerca del mar adriático.
Llegamos a un pueblo cercano a Split, donde nos esperaba la casa de un warmshowers, pero no el dueño. Frane es el propietario de esa casa, él ya no vive allí, pero eso no parece ser un inconveniente para ofrecer su casa a los viajeros que la necesiten. Cuando llegamos a la casa había otros dos cicloturistas franceses que se marcharon al día siguiente.
Aprovechamos esos días para descansar. Me puse a buscar un móvil de segunda mano por internet, pero después de llamar a varios vendedores no di con ninguno cerca de Split que aún lo vendiese. Tuve más suerte cuando continuamos y paramos en Split, pude encontrar un smartphone de segunda mano y a buen precio después de regatear un poco, así que vuelvo a tener móvil (es importante sobre todo para cuando vuelva a estar solo).
Creo que a estas alturas decir que he tenido un problema con la bici no es noticia, y menos si se trata de la rueda trasera. Puedo decir que el problema de los radios traseros y su tendencia a aflojarse a causa del peso parece haberse disminuido después de apretarlos más, pero aún tenía otro componente en esa rueda cuya destruccionabilidad no había explotado: La cubierta.
Durante una subida en dirección a Dubrovnik pinché la rueda trasera (eso tampoco es noticia). Al montar la nueva cámara vi que lo que antes era cierto desgaste en el lateral de la cubierta se había convertido en un agujero por donde la cámara asomaba la cabecita al hincharla. Toca cambiar la cubierta, pero necesitaba poder moverme para poder llegar a una ciudad donde encontrar una nueva. Clément hizo un invento con el plástico de una botella para que la cámara no sobresaliese, ¡funcionó!
Pudimos continuar, aunque la mayor parte de mi peso trasero la repartimos en las otras tres bicicletas. Ahí me di cuenta de que el excesivo peso de mi equipaje no sólo provoca problemas en mi bici, también afecta a mi rendimiento. Es algo bastante obvio, pero ahora soy más consciente de que me tengo que liberar de todo lo prescindible, y aprovecharé mi pausa en Grecia para hacerlo.
Después de una efímera estancia en Bosnia y Herzegovina volvimos a entrar en Croacia (la costa de Bosnia es de apenas 15 kilómetros). Llegamos a Dubrovnik con la cubierta en las últimas, y también con un micropinchazo que me hacía hinchar la rueda al menos cada día. Tenía que encontrar una nueva cubierta en Dubrovnik sí o sí, pero fue un trabajo más difícil de lo que pensaba, teniendo en cuenta que es una ciudad bastante importante y no muy pequeña.
No encontramos ni una sola tienda o mecánico de bicicletas en la ciudad, la gente nos decía que no conocía ninguna cuando preguntábamos. Eso me llevó a recurrir a Internet, pero la cubierta más cercana estaba en Zadar, sólo la ida en bus me costaba 190 kunas (unos 25€), la opción de que la enviasen a Dubrovnik era más barata pero algo más compleja.
Al final di con un mecánico de coches en Dubrovnik que también vendía alguna bici y componentes. Tenía una sola cubierta del diámetro que necesitaba, pero era bastante más estrecha. Hasta ese momento no sabía que podía usar diferentes anchos de cubierta en una misma llanta, y al final resultó que me servía. Es una cubierta barata (he preferido montarla delante), pero creo que me servirá para llegar a Grecia, donde me haré con una mejor y con protección contra pinchazos.
El mismo día que la cubierta dijo adiós, por la mañana ya había tenido otro problema, esta vez con la tienda de campaña (que tampoco se salva en cuanto a problemas). Uno de los tubos de aluminio decidió partirse, estando la tienda montada. ¡Menudo día!
Por cierto, la parte antigua de Dubrovnik es preciosa, muy turística (y cara).
Antes de salir de Croacia pasamos unos días en casa de Marko, quien ha acogido a multitud de viajeros y donde descansamos un poco. Tuvimos la suerte de llegar a su casa antes de que empezase a llover, así que esos días de lluvia los pasamos con un techo donde refugiarnos. Muchas gracias a Marko por ofrecernos su casa y su alegre espacio para viajeros, lo pasamos genial con él y sus amigos y vecinos, a los que echamos una mano con algunos trabajos y por lo que fuimos pagados con muy buenas comidas, multitud de bebidas y grandes momentos y charlas, ¿qué más se puede pedir? ¡Gracias!
Después de despedirnos de Marko y sus amigos continuamos hacia Montenegro (estaba a apenas 15 kilómetros). Estuvimos poco tiempo en ese país, me recordó un poco a Andorra por las grandes montañas que nos rodeaban y por ser algo más barato en algunos productos. Pocos días después llegamos a Albania. El cambio desde Croacia y Montenegro a Albania es muy significativo, Albania parece ser un país bastante más humilde y poco turístico, la gente parece más sencilla (algo que me gusta) y nos saluda prácticamente todo el mundo por la calle. También es mucho más barato.
Aquí en Albania nos separaremos para ir cada uno a nuestro destino en el país heleno. Manue y Max van hacia Thessaloniki, Clément y yo continuaremos hacia Patras, y allí continuaré solo hacia Atenas, donde pasaré el fin de año y el comienzo del 2016, visitaré a un amigo y esperaré con tremendas ganas la visita de la persona más importante de mi vida 🙂
¡Gracias por leerme! Y gracias a Manue, Max y Clément por los fantásticos momentos que estamos pasando juntos, probablemente nos volveremos a ver en Atenas a finales de mes. Gracias también a toda la gente maravillosa que nos encontramos por el camino y a los que nos ayudan a continuar. ¡Un abrazo a todos!
Es precioso primito cariño!!!!
La costa croata es preciosa 🙂 Besitos!